A sus 67 años, Juan Balla Pilamunga —más conocido por su apodo cariñoso “Chinito”— sigue recorriendo incansable las calles de Guamote con un manojo de periódicos bajo el brazo y una sonrisa que ha marcado generaciones.
Actualmente residente en el cantón Colta, Juan ha dedicado casi toda su vida a un oficio que poco a poco ha ido desapareciendo: el de voceador de periódicos. Su historia no solo es la de un vendedor, sino la de un hombre que supo abrirse camino con dignidad en medio de las adversidades.
Una infancia marcada por el trabajo y la pérdida
Juan comenzó su oficio a los nueve años. Fue su padre, don Bernardo Balla, quien, por la necesidad económica, pidió trabajo para su hijo a un distribuidor de los periódicos El Universo, El Telégrafo y El Expreso en las calles de Naranjito. Desde ese momento, la venta de periódicos se convirtió en su sustento, pero también en su vocación.
La vida le golpeó fuerte a los doce años, cuando perdió a su madre, pero eso no fue excusa para continuar con el trabajo de repartir peródicos. Junto a su padre migraron a Riobamba en busca de oportunidades. Fue en el mercado La Merced donde conoció a dos personas que, distribuidores de prensa. Ellos le brindaron una nueva oportunidad: vender periódico, para en Guamote, Cajabamba y otras zonas rurales. Desde entonces, no ha dejado de hacerlo por casi seis décadas.
Guamote a través de sus ojos
Juan ha sido testigo de los grandes cambios de Guamote. Recuerda con nostalgia una ciudad con pocas calles empedradas, una plaza de tierra y un pequeño mercado. “He visto cómo ha crecido Guamote… yo llegaba siempre con las noticias importantes, no importaba si llovía. Siempre estaba allí, gritando ¡Extra!”.
La gente lo esperaba cada mañana. Su voz era sinónimo de actualidad, y el periódico, una ventana al mundo para muchos hogares. El diario El Comercio era el más buscado por contener noticias políticas, educativas, culturales, deportivas y de entretenimiento.
El impacto de la tecnología
Pero con la llegada de los celulares y el internet, su labor fue perdiendo fuerza. “Hasta el 2010 la venta era buena, pero después bajó. Y en la pandemia del 2020, la caída fue más dura. Ahora todos se informan por redes”, comenta con pesar.
Aun así, Juan no ha dejado su oficio. Desde tempranas horas de la mañana, toma camino desde Cajabamba y llega a Guamote para recorrer sus calles. Está presente de lunes a domingo, pero los jueves permanece todo el día, compartiendo su historia y su calidez con quienes lo reconocen.