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octubre 13, 2025

Taita Pedro Guashpa, originario de la comunidad Laime Capulispungo, un hombre sencillo, trabajador y lleno de sabiduría ancestral que ha dedicado su vida al servicio de su pueblo y a la evangelización. Su historia refleja el espíritu resiliente de nuestra gente: aquel que se levanta con fe, que no olvida sus raíces y que, con sus manos, continúa tejiendo el presente y el futuro de Guamote.

Infancia entre sacrificio y esperanza

Pedro recuerda sus primeros años como una etapa marcada por el esfuerzo y la humildad. Creció al cuidado de sus abuelos, quienes le brindaron amor y le enseñaron el valor del trabajo y la fe.
No teníamos ni zapatos para ir a la escuela, pero con la bendición de Dios seguíamos adelante”, relató emocionado. Las heladas, los caminos de tierra y las largas caminatas no fueron obstáculo para su deseo de aprender y servir.

A los 15 años dejó su comunidad para ir a Quito, donde trabajó junto a su padre. Con el tiempo, regresó a su tierra, se casó y formó una familia. Hoy tiene cuatro hijos, todos adultos, quienes siguen su ejemplo de compromiso y esfuerzo.

Del liderazgo comunitario al servicio pastoral

El camino de Taita Pedro estuvo marcado por el liderazgo. Fue secretario y presidente de su comunidad durante varios años, promoviendo el trabajo conjunto, la organización y la solidaridad.
“Antes, los dirigentes eran más respetados y los comuneros acudían a las reuniones sin falta. Se vivía con más unión y respeto”, recordó con nostalgia.

Su vida tomó un nuevo rumbo cuando fue invitado a participar en la Pastoral Indígena de Guamote. Desde entonces, su servicio se transformó en misión: acompañar a las comunidades como llakta michik —servidor del pueblo—, celebrando matrimonios, bautizos y funerales, con la guía espiritual de los sacerdotes locales.

Dios me ha escogido para esto, y le agradezco por su amor. A través de la pastoral aprendí a compartir la palabra, a animar a los jóvenes y a fortalecer la fe en nuestras comunidades”, expresó con humildad.

Entre hilos y ponchos: el arte de hilar la vida

Además de su servicio religioso, Taita Pedro conserva una habilidad ancestral: el tejido en lana de borrego. Desde su taller, entre las montañas de Laime Capulispungo, elabora ponchos y bayetas que son testimonio de identidad y tradición.
Diosito me dio ese don, sigo tejiendo todavía ponchitos de lana. Ahora ya casi nadie tiene borregos, pero mientras pueda, seguiré trabajando”, contó.
Entre risas, añadió que madruga desde las tres de la mañana para hilar: “A esa hora no molesta nada, trabajo tranquilo hasta que amanece”.

Su arte no solo es una fuente de ingreso, sino una forma de mantener viva la herencia cultural que se teje con paciencia, fe y dedicación.

Un mensaje para los jóvenes y la comunidad

Antes de despedirse, Taita Pedro dejó un mensaje lleno de esperanza:

“Nunca es tarde para empezar. Todo se puede lograr con la voluntad de Dios. A los jóvenes les digo que no se dejen vencer por la pereza. Lean la Biblia, trabajen, crean en ustedes mismos. Nuestros emprendimientos y nuestras manos son bendiciones que nadie nos puede quitar.”

Con su testimonio, Taita Pedro Guashpa nos recuerda que cada historia, por más sencilla que parezca, encierra un profundo valor humano y espiritual. Desde su fe, su labor comunitaria y su arte, representa la esencia del Guamote que no olvida su origen y que sigue caminando con el corazón firme y la mirada en el Creador.

Autor/a

KARINA MARCATOMA

PERIODISTA
"Willanchikmi imashinatak ñukanchik runa kawsay kashka; imashinatak kawsakunchikpash"

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